PINTANDO LETRAS

Mi vecino no es como cualquier persona. Siempre de su casa se escuchan gritos y ladridos, parecería que secuestra a personas y su perro los tortura hasta matarlos. Su perro, parece un enorme caballo, y es tan fuerte que podría matar a alguien, al menos eso pensaba. Dicen que el tipo lo encontró tirado a un lado de la calle casi muerto. Entonces lo llevó a su casa, lo curó, le dio de comer y lo entrenó para matar. El perro es un arma mortal de destrucción y me da tanto miedo que me asusta pasar cerca de su casa.

La noche pasada, le conté a mi amigo, todas las sospechas que tengo, me dijo que entremos a su casa y averigüemos todo. Acepte con cierto recelo, y fuimos esa misma noche. Llegamos a su jardín, todo parecía en calma, y estaba muy oscuro. Pero al tocar el césped de su casa casi mojo mis pantalones. Mi amigo entró primero y verificó que todo esté bien para ingresar. Cuando nos arrastrábamos por los arbustos de su patio trasero, el hombre abrió la puerta, y mi corazón casi estalla de miedo. Mi amigo se adelantó, abrió la puerta y me susurró:

—Ya ven todo está en calma, pero antes de que yo pudiera responderle, mi amigo, como si hubiera sido absorbido por la casa, desapareció. Instantes más tarde, el sujeto se asomó por la ventana y escudriñó el exterior con esos diminutos ojos de fuego. Yo me quedé petrificado, pensaba que todo era un mal sueño. Pero el frío de la noche, me hizo volver a la realidad: Mi amigo ya no estaba.

—Maldito viejo devuélveme a mi amigo— pensaba y ese pensamiento se repetía constantemente.

Pero yo no era tan valiente como mi amigo, tenía mucho miedo y no era capaz de ir en busca de mi él, así que volví a mi casa y me fui a dormir pensando que mañana lo iba a encontrar en el colegio.

Al día siguiente en el colegio, lo busque por todas partes pero no lo encontré. Busqué en el baño, en el aula y en todo lugar, incluso fui al gran estanque que se encuentra cerca del colegio, donde acostumbramos jugar.

No podía dejar las cosas así, esa misma noche fui en busca de mi amigo a la casa del hombre. Entré por la ventana del sótano y entonces lo vi, encontré a mi amigo, estaba justo al fondo de esa oscura y mal oliente bodega, pero cuando di los primeros pasos, para salvar a mi amigo, esa bestia salió de no sé donde, ese enorme y espantoso perro furioso me ladraba sin dejarme pasar, tenía un aliento diablos podridos. Le acerté dos patadas en el hocico y corrí hacia donde estaba mi amigo, el estaba sentado en una silla, con las manos hacia atrás, pero no se inmutó siquiera. Me di cuenta que solamente estaba su piel, el perro lo había devorado por dentro sin tocar la parte externa. Grité tan fuerte como pude, y me quedé en un estado de total inconsciencia, que no me di cuenta del ataque de aquel monstruoso perro. Me devoró por entero.

El perro me atacó y me dejó como a tantas otras personas que había asesinado, sin tocarme por fuera. Nunca logré descubrir como el perro hacía eso, pues yo ya no estaba para hacerlo. Pero vi a mi amigo. Estaba sentado en una de esas piedras verdes que vuelan en el mar, lo abracé y nos contamos nuestras historias de como habíamos muerto…

©Juan Fernando Sarmiento

1 de Junio del 2010

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